Por Le Figaro con AFP

Publicado el 10 de febrero a las 02:15

Traducción de Alexandre de Bilderling

El método va más allá de lo orgánico: a pesar de las críticas, la biodinámica seduce cada vez más a los viticultores franceses que quieren alejarse de la industria química. El número de practicantes se duplicó en los últimos cinco años.

Desde 280 viticultores certificados en 2014 por los dos organismos certificadores de la biodinámica (Biodyvin y Demeter), llegaron hasta 567 en 2019, cultivando 10.249 hectáreas de viñedos. Una cifra que parece una gota en el océano en comparación con las 750.000 hectáreas de viñedos en Francia.

La filosofía biodinámica se asocia a grandes nombres como Château de Pommard y Romanée-Conti. También tiene sus estrellas, como Nicolas Joly, en Anjou, o Thierry Michon, en Vendée, que aparecen en la carta de Noma, el restaurante danés que ha sido clasificado cuatro veces mejor restaurante del mundo por la revista británica Restaurant.

Sin embargo, la certificación de Biodyvin o Demeter requiere un trabajo enorme. Tienes que tener la certificación orgánica durante tres años antes de comenzar la conversión, que se demora cuatro años para la certificación Biodyvin.

La agricultura biodinámica, basada en la protección del suelo y de la vid, además de una forma de comunicación con la planta, requiere una observación precisa de la vid, ya que los tratamientos disponibles son mínimos, mucho mas reducidos que en la agricultura orgánica.

La biodinámica, creada alrededor del año 1920, está basada en los escritos del suizo Rüdolf Steiner, fundador del antroposofismo, un movimiento esotérico. La biodinámica presupone prácticas que crean “un ambiente favorable, transitiendo ciertas energías la vid. (…) Entrarmos en una forma de pensamiento y de filosofía”, explica Olivier Humbrecht, presidente de Biodyvin. “Es una forma de agricultura que intenta curar la planta y el suelo, a base de plantas u órganos animales, como la famosa preparación 500, en la cuál se pone estiércol de vaca en un cuerno que se pone bajo de la tierra durante el invierno”, explica el viticultor alsaciano. Pero también existe el “501”, misma receta pero con cuarzo en polvo en lugar de estiércol y otras preparaciones a base de manzanilla en los intestinos de los bovinos. Las mezclas se diluyen en agua antes de pulverizar en la vid. Se trata de encontrar “una forma de comunicación con la planta”, dice el viticultor de Turckheim (Haut-Rhin), para darle indicaciones: florecer, hacer sus raíces, sus frutos, defenderse, etc.

“Homeopatía de la vid”

Es cierto, la biodinámica, cuya guía es un calendario astral y del zodíaco, se aleja de los principios científicos rigurosos. Tanto los “en favor” como los “en contra” no dudan en hablar de “homeopatía” de la vid. “Necesitamos entender las influencias del cosmos. Puede parecer esotérico, pero es obvio”, explica Alexandre Genvrier, un viticultor de Cour-Cheverny (Loir-et-Cher). “Si el esoterismo significa no entenderlo todo, entonces la biodinámica es esotérica.” Por lo tanto, la práctica se enfrenta a muchas críticas, especialmente en el mundo científico, pero también dentro de los profesionales del sector.

El tipo de conocimiento enseñado por Steiner “es sin lugar a duda esotérico en el sentido de que se refiere a formas de realidades ocultas”, observó el sociólogo Jean Foyer en 2018 en la Revue d’anthropologie des connaissances. “El vino es al origen de muchas creencias humanas. La biodinámica es una de estas como cualquier otra”, dijo un profesional.

“La farmacopea disponible es mucho más reducida y no funciona”, asegura este productor “convencional”, que prefiere permanecer en el anonimato. “Así que el viticultor tiene que hacer un seguimiento mas profundo: pensar cepas por cepas y parcela por parcela. Los buenos resultados de la biodinámica (en términos de calidad, NDLR) no provienen de la práctica, sino de la atención del viticultor y del tiempo pasado en el viñedo.”

“El viticultor tiene que visitar su viñedo todos los días, observar el ambiente, ver cómo evolucionan las cosas”, confirma Alexandre Genvrier. “Tiene que tratar de entender todo el asunto. Identificar pequeños desequilibrios no es fácil por nada, pero es mucho más saludable. Paso mucho tiempo en el viñedo. Eso es lo único: es una filosofía”, insiste el viticultor del Loir-et-Cher.

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